Las granjas urbanas nacieron como una respuesta al problema de distribución de alimentos en las grandes ciudades, especialmente en Estados Unidos. De acuerdo con el Departamento de Agricultura de ese país, sus ciudades son cada vez más transitadas y complejas, lo que ha limitado el acceso a los supermercados, tiendas de conveniencia e, incluso, a los pequeños distribuidores y vendedores de alimentos.
Este obstáculo dio origen a la Granja Urbana Huntington. A unas cuadras de la iglesia principal, entre la librería y la avenida principal, el arquitecto de Nueva Zelanda, Tim Stephens, creó en 2010 un espacio para producir el alimento que no podía llegar de afuera. Se ubica en el parque del centro de Huntington, en el condado de Long Island, en una isla de la costa este de Nueva York. El lugar se fundó con el objetivo de promover y apoyar el cultivo de alimentos frescos en entornos controlados.
Este gran huerto urbano renta parcelas cultivables de diferentes tamaños y que son accesibles a toda la comunidad de Long Island. Por su diseño y estructura es un centro de interacción social pensado no sólo para producir alimentos, sino también para que los visitantes se relacionen entre los senderos, el espacio del mercado y las áreas de siembra.
En este mismo condado también nacieron otros espacios similares como Rustic Roots Delivery, Farm 2 Kitchen y Good Farm Delivery, granjas de productores locales que cultivan alimentos que son consumidos en los estados de Nueva York y Connecticut. Su servicio incluye la venta en línea y el envío a domicilio, pero también la gente puede ir hasta la granja a comprar los productos.
Así, los consumidores están más cerca de los productores, dando acceso a los alimentos sin depender de camiones, lo que contribuye a minimizar la contaminación y el gasto por el transporte. Además, este tipo de granjas permite un manejo más eficaz de la tierra cultivable, eliminando la necesidad de afectar otros ecosistemas.
¿Granjas para todos?
Los retos para el desarrollo de las granjas urbanas son tres: el espacio, la tecnología y tener una producción suficiente de alimentos que cubra la demanda de la población.
Encontrar un espacio suficientemente amplio para tener una grana a un precio costeable representa el mayor obstáculo. Una vez superado, los encargados del proyecto deben habilitar el espacio con alta tecnología y, después, capacitar a los agricultores para que lo sepan operar y lleguen a los resultados deseados.
Las tecnologías necesarias incluyen sistemas de control de contaminantes, de dispersión de agua y requerimientos de energía para la calefacción, refrigeración e iluminación artificial. También necesitan sistemas de regulación de factores como la luz, humedad, carbono, temperatura, nutrientes y aire, además de aplicaciones para la planeación de los periodos de siembra y cosecha.
Por otro lado, hay algunos alimentos que no se pueden producir en interiores como la soya, el trigo o el maíz. Sin embargo, las granjas urbanas pueden generar otro tipo de alimentos.
Chirantan Banerjee, experto de la Universidad de Stanford, hizo un estudio de la viabilidad financiera y económica de las granjas verticales. Tras su investigación aseguró que estos espacios son una excelente opción para países con recursos limitados y con megaciudades. Aunque los costos de producción pueden ser altos, su integración permite que sean redituables en el tiempo.
Por es, es importante que las universidades y empresas sigan investigando para ofrecer técnicas de producción y equipo que reduzcan los costos de distribución de los alimentos.
Con información del Journal of agriculture studies