El maíz en México es el alimento con mayor peso en el Producto Interno Bruto agrícola, con alrededor de dos millones de personas dedicadas a su cultivo. Estamos hablando del 30 % de la población ocupada en el sector primario de la economía nacional.
De todo lo que se siembra en el país, una tercera parte está destinada al cultivo de esta planta, que suma ocho millones de hectáreas (para que se den una idea, es casi 54 veces la Ciudad de México). La producción total de maíz es de 24 millones de toneladas al año, de acuerdo con el padrón de la Agencia de Servicios a la Comercialización y Desarrollo de Mercados Agropecuarios (ASERCA, SAGARPA).
Esto significa que cada habitante de México cuenta para su consumo con 188 kilogramos al año de este grano, lo que equivale a poco más de medio kilo por día, si se consideran diferentes presentaciones como harinas, tortillas y botanas, entre otras. Y no es gratuito: no en balde la base de la comida mexicana es el maíz.
¿Blanco o amarillo?
México es autosuficiente en maíz blanco, que se utiliza principalmente para consumo humano, de acuerdo con datos de la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz. Y esta autosuficiencia no es poca cosa, pues nos garantiza seguridad alimentaria.
Este maíz nos lo comemos en distintas presentaciones, ya sea como tortilla o tamales después de ser nixtamalizado, o como harina y sus derivados tras su deshidratación y molienda.
Con el maíz amarillo pasa el proceso contrario. Se importa y se utiliza básicamente como alimento para el ganado y como insumo de la industria almidonera. Para compensar, se han desarrollado diversas estrategias entre gobierno y productores para reconvertir miles de hectáreas excedentarias en cultivo de maíz blanco, para sembrar en su lugar amarillo. El objetivo es alcanzar la autosuficiencia y eliminar la importación de este maíz para el 2020.