Según la Federación Internacional de Diabetes (FID) hay casi 200 millones de mujeres viviendo con diabetes en el mundo y se calcula que esta cifra sobrepasará los 300 millones para el 2040. Más de dos millones de mujeres mueren cada año por esta causa y uno de cada siete partos se ve afectado por la diabetes gestacional. Es decir: tenemos un problema. Este noviembre, el Día Mundial de la Diabetes se centrará en revisar y discutir el tema femenino bajo el nombre “Nuestro derecho a un futuro sano”.
La diabetes es una enfermedad degenerativa que se descubrió a finales del siglo XIX y, desde entonces, se han perfeccionado los métodos para detectarla y tratarla. Sus proporciones epidémicas nos obligan a mirarla de frente. La prevención y el control son lo primero para lograr mantenerla a raya. ¿Y qué podemos hacer nosotros, los de a pie, para tomar cartas en el asunto? ¿Cómo alcanzar ese futuro sano al que tenemos derecho? Bueno, pues comiendo bien.
Pensemos en la ley primera de la comida sana: consume más vegetales que productos animales. Lo vegetal como centro de la nutrición, pues. Esta ley es indiscutible y no es una prohibición a priori. El problema es encontrar vegetales ricos, sanos, a la mano, disponibles. ¿Cómo hacer?
La lista de lo que se requiere para prevenir la diabetes y para controlarla (los súperalimentos para el diabético) es más o menos así: bayas (altas en vitaminas y fibra), leguminosas (altísimas en proteínas, fibra, sodio y potasio), cítricos (vitamina C), hortalizas de color verde oscuro (hierro, potasio, fibra, bajas en calorías y carbohidratos), tomates (licopenos) y nueces varias. Aunque sería ideal poder sembrar todo eso en un amplísimo terreno, las urbanitas sabemos que hay que elegir y que sembrar un nogal en una azotea no pasa de sueño guajiro. Así que pensemos qué se puede sembrar para aprovecharlo más.
En los huertos domésticos, caseros y de azotea, lo ideal es sembrar lechugas, berza, espinacas, arúgula y otras plantas de hojas anchas de color verde oscuro. Las espinacas, por ejemplo, se pueden sembrar en maceteros con una profundidad de 15 cm a 20 cm, nada grave. Hay que plantar una cerca de la otra, a escasos 10 cm. En dos meses, con buen riego y cuidado, habrá un caudal de hojas verdes que alegrarán desde jugos y ensaladas hasta sopas y guisados.
En los huertos comunitarios, establecidos en terrenos más grandes, es posible y recomendable sembrar de manera alternada frijoles, lentejas y otras leguminosas con tomates y otras solináceas (como pimientos y chiles, altos en vitamina C). Pueden estar intercaladas con árboles frutales, como los cítricos. Esto implicará que todo el año haya productos en la tierra y que el suelo resulte enriquecido.
Las mujeres que quieran hacerse responsables de su salud pueden iniciar un pequeño huerto que les permita obtener al menos algunas de las plantas que le darán mayor bienestar. Y pueden empezar poco a poco: un limonero acá, un macetón con tomates allá, una lechuga rozagante acullá.