Para los agricultores es fundamental tener cuidados con el suelo en el que cultivan, sobre todo para controlar las plagas y las malezas. Es por eso que la investigación científica ha desarrollado métodos para apoyarlos creando herbicidas y plaguicidas. En el caso de los primeros, estas sustancias se componen de diferentes elementos, pero el ingrediente activo que más ha generado conversación alrededor del mundo es el Glifosato.
Tal sustancia tiene la función de marchitar la maleza antes de que el agricultor siembre evitando las tareas de labranza para poder sembrar directamente. Su objetivo es inhibir una enzima esencial que se encuentra solo en las plantas para que no pueda crecer, y en consecuencia no puede dañar ni a animales, ni personas.
Además, la acción del Glifosato se bloquea al entrar en contacto con minerales del subsuelo evitando así las alertas ecológicas.
En México, el Glifosato es de uso generalizado en la agricultura de estados como Campeche, principalmente en los cultivos de sorgo, soya y maíz. De acuerdo con el presidente de la Asociación de Agrónomos de Campeche, Juan Manuel Magaña, existe una mala interpretación sobre el herbicida y sobre la soya transgénica y explica que “lo transgénico significa que la planta es más resistente al ataque de las malezas, por lo que la cantidad de glifosato utilizado es menor que en los cultivos de soya huasteca”.
También ha reconocido que su uso no puede generar un daño ambiental porque el líquido se descompone en unos cuantos días y que si se sigue la técnica recomendada para su aplicación no puede tener efectos negativos.
El mal entendimiento de cómo funciona este herbicida ha generado problemas entre las comunidades de apicultores y los agricultores de este estado; de ahí la importancia de aclarar las dudas para que se resuelva el conflicto ya que en palabras de Juan Manuel Magaña “el campo campechano necesita tanto del maíz y de la soya como de la miel”.
Con información de La Jornada Maya