Los pequeños productores son el punto de partida y parte fundamental de la cadena que permite que los alimentos lleguen a la mesa del consumidor. Entre mayor sea su integración en los distintos eslabones de la cadena, mayores serán sus oportunidades de incrementar sus ingresos y su calidad de vida, además de estimular el crecimiento económico del campo.
Comienza el día con un aromático café acompañado de una rebanada de pan con mermelada: este sencillo desayuno llega hasta la mesa del consumidor gracias al trabajo y a la coordinación de diversas personas. El punto de arranque comienza, en su mayoría, con el trabajo de pequeños productores rurales, aquellos que poseen entre una y doce hectáreas de tierras cultivables, y que con sus labores agrícolas contribuyen al desarrollo de una cadena.
En la medida en que los pequeños productores logran integrarse en los distintos puntos del proceso de producción y alcanzan una mayor coordinación con los actores de la cadena, sus ganancias pueden incrementarse. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), esta integración puede hacer la diferencia entre un campesino que tiene cultivos de subsistencia, apenas para sobrevivir, y un campesino que logra una mejora sustancial en su vida. Esto último, además, resulta en un crecimiento económico para el campo.
Para que un producto agrícola llegue hasta la mesa del consumidor es necesario que recorra una larga ruta: a esto se le conoce como cadena de valor. En la agricultura, este sistema está constituido por una serie de actores que intervienen en la transformación del producto agrícola básico. Para simplificar el concepto basta con decir que una cadena de valor parte de una producción, que será transformada para ser comercializada y consumida, y que en cada etapa se agrega un valor al producto. En esta cadena intervienen diversos agentes: asistentes técnicos, seguros agropecuarios, personas dedicadas a la investigación, mercadólogos, nutriólogos, químicos en alimentos, además de insumos, locaciones, etcétera.
Por ejemplo, el cacao recién cosechado no tendría ningún interés para el consumidor final si no sufriera toda una transformación: es un fruto grande con semillas blanquecinas y poco agradables al paladar. El cacao procede principalmente de África y, en su mayoría, es producido por pequeños agricultores que no pertenecen a ninguna organización. Una vez cosechado es adquirido por empresas (una o más, de un lugar o internacionales) que pueden pasar por todas las etapas, desde secar los granos y tostarlos, hasta llevar a cabo la molienda, procesar el producto, diseñar un empaque, comercializarlo y, finalmente, distribuirlo como chocolate. Para ser adquirido por el consumidor final, aquel grano de cacao tuvo que ser transformado. El pequeño productor requiere del soporte de la cadena de valor para cotizar su insumo. Sin ésta, su producto podría quedar fuera del mercado.
A pesar de que los pequeños productores son el principio de todo este proceso, en ellos recaen los riesgos de la producción (plagas, enfermedades, inundaciones). En general, su nivel de vida, sobre todo en México y en países subdesarrollados, suele ser precario, pues su engranaje dentro de la cadena de valor se encuentra desarticulado.
Ante ese panorama, los gobiernos en conjunto con la FAO a través del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial, realizan esfuerzos para integrar a los pequeños productores con el resto de los agentes de la cadena, a través de recomendaciones y alentando la adopción de buenas políticas y prácticas.
Todavía queda camino por recorrer para mejorar las relaciones entre los pequeños productores y el resto de la cadena de valor. Para integrar a los pequeños productores en la cadena de valor, hace falta que tanto los agentes que intervienen en el proceso hasta el consumidor y, en general, la sociedad, valoren la función que desempeñan, y reconozcan el valor de los alimentos que estos producen.
Referencias
Cadenas de valor para el desarrollo rural
Vinculación de los pequeños productores con los mercados
Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo/El caso del cacao