La alergia primaveral o fiebre del heno es una reacción del cuerpo de algunas personas al polen; en México, entre el 10% y el 25% de la población la padece, según la Secretaría de Salud.
Los árboles, el pasto y las plantas en general producen polen, y es durante la primavera que este se esparce por el aire de manera más intensa, provocando la conciertos de estornudos por doquier.
El riesgo de desarrollar esta alergia se da por un conjunto de factores genéticos y ambientales; no a todos los miembros de una familia les afecta, pero las probabilidades aumentan entre 25% y 75% en especial si uno o ambos padres la padecen.
En la Ciudad de México hay dos factores importantes que contribuyen a que las alergias se disparen en esta temporada: resulta que el polen de fresno, uno de árboles más abundantes en esta ciudad, es también uno de los más alergénicos; el segundo factor es la contaminación ambiental, que altera los granos de polen liberando sus antígenos y modificando su alergenicidad.
El cambio climático empeora el cuadro. Con el calentamiento global las emisiones de CO2 aumentan, y esto es como una señal para las plantas de que tienen que hacer fotosíntesis y crecer de manera más acelerada, así que producen más polen.
De acuerdo con un estudio presentado por la Organización Mundial de Alergia (WAO, por sus siglas en inglés), realizado por 97 sociedades médicas en todo el mundo, el cambio climático está afectando el inicio, duración e intensidad de la temporada de polen y exacerba los efectos sinérgicos de contaminantes e infecciones respiratorias.
Así que aunque haya quien niegue el cambio climático o lo quiera ver como una cuestión de fe, es una realidad científica; aquí una prueba más que pueden atestiguar aquellas personas que padecen alergia al polen o fiebre del heno.