Los trabajadores del campo se están haciendo viejos. En Estados Unidos el promedio de edad de los agricultores es de 58.3 años, mientras que en Japón es de hasta 67. En México quienes se encargan del campo son un poco más jóvenes, con un promedio de edad de 41.9 años, de acuerdo con el INEGI.
En Latinoamérica 30.9 millones de jóvenes en el mismo rango de edad viven en zonas rurales, pero sólo 9.6 millones se dedican al campo. A estos se suman 8 millones más que viven en las ciudades y trabajan en el sector agrícola.
Los jóvenes en el campo de los países en vías de desarrollo enfrentan retos de desempleo y pobreza, a pesar del potencial que tiene la agricultura como generadora de ingresos.
El mandato de la FAO es incrementar los niveles de nutrición, optimizar la productividad agrícola, mejorar la vida de las poblaciones rurales y contribuir al crecimiento de la economía mundial. Y para cumplir estos objetivos es urgente que “los jóvenes rurales sean tratados como un grupo prioritario con relación al acceso a oportunidades de empleo decentes”.
Pero pocos jóvenes ven un futuro para ellos mismos en la agricultura, advierte el organismo. A pesar de que alimentar a los 8,100 millones de personas que se estima que pueblen el planeta para el 2025 conviertan a la agricultura y a la seguridad alimentaria en un enorme espacio de crecimiento profesional, laboral y económico para las generaciones más jóvenes.
Desgraciadamente, según la FAO, las líderes de los gobiernos perciben a los jóvenes rurales e indígenas como grupos vulnerables, en lugar de reconocer y aprovechar sus fortalezas y potencial como desarrolladores de su propia comunidad y del país, desde el campo.
“Una respuesta coordinada para incrementar el acceso de los jóvenes al sector agrícola es ahora más importante que nunca, pues una población global en crecimiento y una productividad agrícola en disminución implican que las personas jóvenes deben jugar un papel fundamental para garantizar un futuro con seguridad alimentaria para ellos mismos y para las futuras generaciones”, indica el organismo.
Los gobiernos, las universidades y la iniciativa privada deben encontrar la manera de atraer a los jóvenes a las actividades agrícolas; el campo debe modernizarse e implicar retos e innovaciones, pero sobre todo debe ofrecer buenas oportunidades laborales y económicas para las generaciones que vienen.