Los agronegocios son una industria que pasa por el pequeño agricultor y llega hasta las grandes cadenas hoteleras que requieren de alimentos para mantener operando sus restaurantes. Aunque la necesidad de comida es permanente, las restricciones de movilidad por la pandemia también implican nuevos retos para la agricultura.
Marco Antonio Galindo Madrigal, socio a cargo de la oficina de Aguascalientes de la consultora KPMG, explica que el consumo de la población mexicana se ha visto mermado, pues se calcula que seis de cada 10 personas han experimentado una caída importante en sus ingresos y eso impacta sus hábitos de consumo.
Los agronegocios tienen un modelo distinto al de otras industrias. A pesar de la pandemia, la gente debe comer. Sin embargo, la dieta también se ha modificado por el confinamiento social y el desempleo. “La tendencia general es a reducir el nivel de gasto en la alimentación de la familia mexicana”, dice Galindo, en entrevista con Hablemos del Campo.
Durante el primer mes de la crisis sanitaria por COVID-19, los ingresos de 16.7 millones hogares en México fueron afectados, pues en tres de cada 10 viviendas al menos un integrante de la familia perdió su empleo o tuvo una reducción salarial, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Comparado con el turismo o con la manufactura, los agronegocios son de las actividades económicas que no ha tenido una afectación tan dura como el resto de la economía mexicana. Sin embargo, el analista explica que los retos en esta industria están relacionados con otros sectores como la hotelería o los restaurantes que son consumidores importantes de los productores agropecuarios.
En los agronegocios, advierte Galindo, las necesidades de los consumidores son fundamentales, por lo que pequeños y grandes productores deben adaptarse a las nuevas necesidades de consumo. “Entre los productos favorecidos (por la pandemia) están el atún y la leche, mientras que hay disminución de casi doble dígito en los productos cárnicos”, comenta.
La Agencia de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que la producción mundial total de carne caiga 1.7%, en 2020. En cambio, la necesidad de cereales se mantendrá. Otros sectores, como ocurre con los productores de cítricos que son considerados fuente importante de vitamina C, han llegado a quintuplicar su demanda en algunos mercados, según datos del Banco de Desarrollo de América Latina.
En cualquier escenario, el consultor de KPMG recomienda que la planificación y la innovación sean las principales herramientas de los productores para hacer frente a la crisis. “Seguir haciendo lo mismo, durante muchos años, hace que entremos en un proceso de obsolescencia y estemos destinados a sufrir económica y productivamente”, advierte Galindo.
Referencias.
INEGI:
Impacto del COVID-19 en la actividad económica y en el mercado laboral.
FAO:
Impacto del COVID en la alimentación y en la agricultura.
Banco de Desarrollo de América Latina:
La importancia de los sistemas agroalimentarios para afrontar la pandemia.