Una de las principales preocupaciones entre los agricultores ––pequeños y grandes–– es gestionar correctamente los recursos, sobre todo en el caso del agua, pues la tierra fértil es uno de los principales insumos de sus procesos. Es por eso que han despertado tanto interés las nuevas tecnologías que miden y controlan los requerimientos de irrigación para el suelo, como los sensores de detección de humedad.
Esta tecnología optimiza los rendimientos, maximiza la eficiencia del uso del agua, explota al máximo el recurso para aprovecharlo dependiendo de las diferentes características del suelo, además de determinar las necesidades de agua de cada cultivo y cuáles son las mejores técnicas de riego.
Las técnicas de riego más comunes en la actualidad son las que se controlan por tiempo o por volumen de agua estimada, pero estas medidas no siempre son eficientes porque la humedad del suelo se calcula como una relación de la cantidad de agua retenida, que depende de las características físicas de donde se encuentre. Esto hace que las necesidades de tierra no sean iguales siempre, incluso en un mismo terreno.
El líquido vital
Expertos del departamento de Edafología del Instituto de Geología de la UNAM afirman que la humedad de la tierra influye en la densidad, porosidad, compactación, penetrabilidad y hasta el color del suelo.
Asimismo, el agua constituye un factor determinante en la formación, conservación, fertilidad y productividad que ofrece el suelo, lo que define la forma en que las semillas germinan, crecen y se desarrollan. Cuando hay buenas cosechas nacidas de una tierra fértil, mejora la rentabilidad para los trabajadores del campo y promete productos de mayor calidad.
Investigadores del Instituto Tecnológico de La Laguna aseguran que para una mejor gestión del suelo es importante conocer tres factores: el tipo de cultivo, la tecnología utilizada y las condiciones ecológicas locales. Esto significa que no todos los cultivos tienen las mismas necesidades, ni existen reglas absolutas. Sin embargo, el análisis de la humedad del suelo permite comparar valores para seleccionar de forma precisa los mejores métodos de irrigación y las cantidades indicadas de agua aplicada a cada cultivo que se siembra.
El monitorear la humedad del suelo ayuda a tomar mejores decisiones en la programación del riego, determina la cantidad de agua a aplicar, le dicta al agricultor cuándo aplicarla y evita pérdidas de humedad en los cultivos. Además de todos esos beneficios, los sensores ayudan al agricultor a ahorrar, pues los sistemas de riego representan un gasto de energía por las maquinarias utilizadas, sin contar que un mal manejo de cultivo se traduce en el aumento de uso de fertilizantes y, en casos extremos, la reducción de las cosechas.
Para que una tierra sea fértil hay que conocer las especificidades de cada suelo y entre más información se tenga, los resultados serán mejores. Colocar redes de sensores que midan estas características beneficia a la agricultura y al medio ambiente, pues ofrece un sustrato amigable para el cultivo y consolida la responsabilidad social del campo para no ocasionar problemas a las futuras generaciones usando los recursos naturales de manera más eficiente.