La práctica de labrar, o labranza, se refiere a la acción de remover el suelo antes de sembrarlo, la diferencia que existe con el arado es el tipo de maquinaria que se utiliza. Theodor Friedrich, actual representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Bolivia, dijo hace más de 20 años que en todos los países se producían pérdidas de suelo por labrar, pero que la afectación por la tracción animal era menor que por la maquinaria.
De acuerdo con este agrónomo los casos extremos de destrucción de los suelos son consecuencia de las actividades mecánicas de labranza porque el peso de la maquinaria compacta el suelo.
El suelo en el que los agricultores siembran está expuesto al clima provocado por la acción que el arado mecánico genera, haciendo que se deslave o se lo lleve el viento. Esto no quiere decir que la posición con respecto a la mecanización de la agricultura haya cambiado, sino que es aconsejable utilizar sembradoras que no requieran arar la tierra para que el agricultor aproveche los residuos del cultivo anterior.
En la década de los 90 la idea de una labranza mínima surgió como una necesidad, especialmente en los países tropicales en donde, de acuerdo con expertos de la FAO, no era necesaria la labranza, por el contrario, debían dejarse capas protectoras ya que el suelo en las zonas calientes es más delgado y vulnerable a la erosión o en dónde los daños son más graves por la abundancia de agua.
Para la FAO la degradación de la tierra cultivable es causada en gran medida por la erosión de los suelos. El organismo calcula pérdidas anuales de elementos nutritivos en los suelos de 24 kilogramos por hectárea, sólo en la África Subsahariana, mientras que, para Asia Meridional, el costo de estas degradaciones se calcula en 10,000 millones de dólares.
Esto resulta muy alarmante porque hay partes del mundo que podrían quedar inutilizables para la producción de alimentos. La labranza tradicional deteriora el suelo, por eso se recomienda la siembra directa, para que el residuo del cultivo anterior quede en la superficie y que de esa forma mantenga los nutrientes.
A 25 años de los primeros experimentos con estas nuevas prácticas, la agricultura de conservación -como se le conoce- mantiene los elementos nutritivos en el suelo, aprovecha mejor el agua al favorecer la absorción e infiltración y protege la biodiversidad mediante el respeto del equilibrio natural del campo.
En México el uso de “camas” en campos de maíz es una práctica que está popularizándose en la zona de temporal de los valles, en donde han visto las ventajas de dejar el rastrojo para que el suelo aproveche los nutrientes.
Lo mismo sucede con las camas permanentes que mejoraron los rendimientos del cultivo de trigo. Este avance también estuvo determinado por la rotación de cultivo entre trigo y maíz ya que según un estudio realizado en 2010 por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y pecuarias (INIFAP) el monocultivo trigo-trigo es más susceptible a enfermedades foliares causadas por hongos.
Es indispensable volver a la producción de alimentos una práctica sostenible porque el volumen de su producción sigue en aumento al punto que la FAO calcula que los agricultores tinene que producir 40% más de granos en el año 2020. Pero, con la agricultura de conservación el agricultor, la comunidad y el medio ambiente se verán beneficiados.
Fuente: FAO