El desarrollo de organismos genéticamente modificados (OGMs) es uno de los avances más importantes en la historia de la agricultura, ya que los productos diseñados con la misión de mejorar sus propiedades alimenticias y resistencia a plagas no sólo ayudan a la productividad del agricultor, sino que también benefician al consumidor.
Sin embargo, el título de la primera modificación genética de la historia no corresponde a una empresa ni a un científico, sino que fue la misma naturaleza la encargada de desarrollar el primer OGM.
El camote -cultivo también conocido como papa/patata dulce, batata o boniato- es el protagonista de la primera modificación genética de la cual se tiene registro, y esta ocurrió hace más de 8 mil años.
De acuerdo con investigaciones de la Universidad de Gante, en Bélgica, y del Centro Internacional de la Papa de Perú, se encontraron una o más secuencias del material genético de la bacteria Agrobacterium en 291 muestras de camote provenientes de Centro y Sudamérica, África, Asia y Oceanía.
Los investigadores señalan que un ancestro del camote incluyó de forma natural el código genético de la bacteria en su propio genoma, por medio del proceso de transferencia de genes. Las características que obtuvo el cultivo después de esta transferencia fueron deseables para los pobladores de México y Perú, dando como resultado que el primer OGM se domesticara y se convirtiera en uno de los productos vegetales más consumidos en el continente americano.
Hoy la ciencia reconoce al Agrobacterium como “El ingeniero genético de la naturaleza”, ya que el proceso que utiliza esta bacteria para transferir sus genes es adoptado por científicos para el desarrollo de modificaciones genéticas en los cultivos.
Es esencial repensar el estigma negativo acerca de los OGMs que aún persiste en algunos sectores de la sociedad, ya que las actividades de modificación genética vegetal desarrolladas por los humanos siguen prácticamente la misma metodología que las realizadas por la naturaleza.
Lo anterior se convierte en un parteaguas en la relación entre la ciencia y la naturaleza, demostrando con esto que las modificaciones genéticas responsables pueden mejorar la productividad, así como el nivel de sustentabilidad en los cultivos sin atentar contra los procesos naturales del planeta.
Referencias