El jitomate o tomate rojo es un fruto indispensable en la cocina de los mexicanos. Está presente en la mayoría de los platillos y es apreciado por la vitamina C, el calcio, por sus propiedades astringentes para curar quemaduras y hasta por la magia que hace para prevenir la aparición de arrugas.
Desde hace más de una década, la mayor cosecha proviene de invernaderos a base de semillas híbridas para abastecer la demanda todo el año. El mayor volumen proviene de cultivos protegidos de Sinaloa y las más de 20 variedades de semillas que utilizan los agricultores tienen mayor rendimiento y elevada calidad. Esto coloca a México como el 10° productor mundial, con 3.1 millones de toneladas, de acuerdo con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera de la SAGARPA.
El tomate rojo es originario de las laderas de los Andes, en América del Sur, aunque hoy día se cultiva extensamente tanto en los países de clima templado como en los tropicales. En México era consumo habitual de la comida indígena, según describe Bernardino de Sahagún hacia 1557 en su historia general de las cosas de la Nueva España.
El autor relata que es posible que las primeras variedades llevadas por los colonizadores españoles fueran amarillas, puesto que al llegar a Italia le llamaron pomodoro (manzana de oro). De entonces a la fecha la semilla del jitomate ha sido modificada mediante el mejoramiento genético convencional que incluye la producción de líneas, variedades de polinización abierta y la hibridación, tal y como lo hacían nuestros ancestros, de acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, INIFAP.
En México sí es negocio
Carlos Peralta, empresario y fundador de Bionatur, apostó por la producción de tomate rojo hidropónico. Lo comercializa en segmento premium y la clave para obtener una buena cosecha está en la selección de las semillas: éstas deben proporcionar tomates ricos en sabor y color, con excelente textura, y larga vida de anaquel.
El jitomate se consume tanto fresco como procesado, de acuerdo con la SAGARPA. Su cultivo es relevante para la economía de México, por lo que ha sido la especie con mayores cambios en la generación de nuevas variedades y métodos de cultivo, entre los que destacan los de la agricultura protegida: invernaderos, hidroponía, control ambiental, y cultivo sin suelo.
Al cierre del 30 de septiembre del 2016, en el reporte de avances de siembra y cosecha del ciclo otoño / invierno, el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), contabilizó más de 23 mil hectáreas sembradas con jitomate y una producción de poco más de un millón de toneladas.
La SAGARPA concluye que los investigadores han estado buscando nuevas formas de mejorar la fotosíntesis como un vehículo para exprimir más la productividad de la planta. Steve Long, biólogo de la Universidad de Illinois, asegura que no hay otro camino cuando se estima que la demanda de alimentos crezca 70 % para la mitad del siglo XXI.