Antes le llamábamos “flora intestinal”, hoy sabemos que son microorganismos de distintos tipos fundamentales para la supervivencia humana, que hay que cuidar y consumir.
Existe dentro de nuestro organismo un universo entero de seres microscópicos que llevan una vida propia y favorecen nuestra existencia. Llamada antes “flora instestinal” y hoy “microbiota”, estas bacterias, hongos, virus y arqueas viven sobre todo en los intestinos y su presencia es indispensable para la vida humana porque nos hemos desarrollado juntos. La digestión y otras formas de procesar los alimentos serían casi imposibles sin ellos.
Sin embargo, la vida cotidiana de los seres humanos en el último siglo ha mermado su microbiota y ha disminuido su presencia en nuestros cuerpos por el uso indiscriminado de antibióticos, por consumir comida en exceso procesada, por no consumir ciertas frutas y verduras o beber agua sin sales, entre otras cosas.
A esta disminución se le atribuye un aumento en la obesidad y diabetes, problemas hepáticos, un aumento en la población intolerante al gluten y el bajo nivel de inmunidad que hay en las grandes ciudades.
Pero hay solución. Para enriquecer la microbiota y mantener un organismo saludable hay que consumir probióticos que ayudan a mejorar las condiciones en las que puedan crecer y vivir los microorganismos que nos pueblan. ¿Qué son los probióticos? Son alimentos usualmente fermentados que contienen microorganismos vivos que ayudan a repoblar los intestinos y a mantener a los que ahí viven con salud.
Los más comunes son el yogurt, el tofu, el chucrut y los pepinillos y aceitunas encurtidos (en salmuera). También hay bebidas como el kéfir y el tepache.
Yogurt: es leche a la que se le añaden bacilos (búlgaros, usualmente, aunque hay otros) que digieren una buena parte de los azúcares y se convierten en parte del alimento. Cada gramo de yogurt sin procesar y sin azúcar añadido tiene 100 millones de bacterias amigas.
Soya: es otra de las principales fuentes de probióticos. No sólo en forma de tofu, sino también como tempeh, miso y natto.
Tofu: es un concentrado de leche de soya (para la que se muelen los granos) que se fermenta y se deja cuajar de distintas formas, como si se tratara de un queso. Además de ser probiótico, es muy rico en proteínas y bajo en calorías.
Tempeh: es un fermento de la soya con un hongo. Tiene menos humedad que el tofu, es alto en minerales y sirve como sustituto de carne.
Miso: Se trata de una pasta que resulta de la fermentación de los granos de soya, arroz y a veces trigo con el hongo koji. Se puede utilizar en caldos o como aderezo.
Natto: es un preparado de granos de soya hervidos a los que se les añade un bacilo que las fermenta en un día a alta temperatura, en un ambiente cerrado (un frasco, por ejemplo). Tiene un sabor parecido al queso muy maduro.
Chucrut: es una preparación de col picada que se deja fermentar junto con sal, vinagre y algunas especias en un frasco cerrado que permita los procesos naturales. Es un acompañamiento muy común en las comidas de Alemania, Polonia y otros países del Este de Europa.
Todos estos alimentos pueden ayudar a que tu microbiota florezca, se enriquezca y te dé salud.
Referencias: