Para 2050, la ONU se ha propuesto “poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, una mejor nutrición y promover la agricultura sostenible”. Sin embargo, si seguimos como vamos, el cumplimiento de este Objetivo de Desarrollo Sostenible no se podrá alcanzar.
Las cifras oficiales dicen que 1 de cada 9 personas en el mundo no disponen de alimentos suficientes para llevar una vida saludable y activa. Y va en aumento de acuerdo con la FAO: el número de personas que padecen hambre pasó de 777 millones en 2015 a 815 millones en 2016.
En este incremento tienen mucho que ver las migraciones en todas sus variantes: pobreza rural e inseguridad alimentaria; falta de empleo y oportunidades para generar ingresos; desigualdad; acceso a protección social limitado; cambio climático y el consecuente agotamiento de los recursos naturales, y conflictos bélicos, gobiernos débiles e inestabilidad política.
“A lo largo del último decenio, el número de conflictos violentos en todo el mundo ha aumentado considerablemente, en particular en países que ya sufrían inseguridad alimentaria, afectando en mayor medida a las comunidades rurales y con un impacto negativo en la producción y disponibilidad de alimentos”, indica la FAO en su Mapa del hambre.
En países con entornos pacíficos también ha empeorado la situación, debido a las crisis económicas. “Una serie de países que dependen en gran medida de las exportaciones de productos básicos ha sufrido una drástica disminución de sus ingresos fiscales y de las exportaciones en los últimos años. Como consecuencia, la disponibilidad de alimentos se ha visto afectada por la menor capacidad de importación, y el acceso a los alimentos se ha visto deteriorado en parte a la reducción de las posibilidades que ofrecen las políticas fiscales para proteger a los hogares pobres frente al alza de los precios internos de los alimentos”, explica la FAO.
La paradoja de este grave problema es que en el mundo se producen alimentos “más que suficientes” para todos, pero están mal distribuidos o se desperdician. El desafío entonces es cómo lograr distribuir esta producción mundial y cómo incrementarla en un 50% para cubrir las necesidades nutricionales de las 10 mil millones de personas que habrá para el 2050, de acuerdo con las estimaciones. Es decir, 2 mil millones más.
De acuerdo con José Graziano da Silva, director general de la FAO, la paz entre los países es una de las claves para que se acabe el hambre en el mundo, “pero no podemos esperar a la paz para actuar. Es sumamente importante asegurar que estas personas tengan las condiciones para seguir produciendo sus propios alimentos. Las personas rurales vulnerables, especialmente los jóvenes y las mujeres, no pueden dejarse atrás”, enfatiza.
Por ello la seguridad alimentaria se tiene que enfocar en atender todas las formas de malnutrición y en aumentar la productividad, los ingresos de los pequeños productores de alimentos, la resiliencia de los sistemas de producción y el uso sostenible de la biodiversidad y los recursos genéticos.