En pleno 2017, mientras el 11% de la población mundial padece hambre, el sobrepeso y la obesidad van ganando terreno: 13% en adultos y 6% en niños. Ambos padecimientos tienen un incremento constante que los países integrantes de la ONU se han propuesto revertir en los próximos 33 años.
Pero, ¿cómo le hicimos para llegar hasta aquí?
De acuerdo con datos de la FAO, el hambre crónica y la subalimentación han vuelto a incrementarse después de una década de franco descenso. El problema se concentra principalmente en países en desarrollo y las razones se atribuyen a las migraciones forzadas que ha generado la desaceleración económica, los conflictos políticos y el cambio climático.
Se trata de 815 millones de personas que padecen hambre principalmente en Asia, continente en el que se concentran dos terceras partes de este total. Asia Meridional tiene el problema mayor con 281 millones de personas desnutridas, mientras que en África Subsahariana la tasa de desnutrición es de casi 23%.
En contraparte, en los últimos 35 años la prevalencia mundial de la obesidad se ha incrementado a más del doble. El último dato es de 2014 y revela que más de 600 millones de personas adultas en el mundo eran obesas, equivalente al 13%. América del Norte, Europa y Oceanía concentran el problema con el 28% de la población adulta mundial, mientras que en América Latina y el Caribe el padecimiento afecta a una cuarta parte de la población adulta.
El sobrepeso infantil también es un problema en aumento en casi todo el mundo: 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso en 2016, en comparación con el 5% de 2005, de acuerdo con la FAO.
Y aunque históricamente la obesidad en adultos y niños siempre ha sido mucho menor en África y Asia, recientemente se ha extendido también en estas dos regiones, por lo que ahora países en desarrollo que ya enfrentaban altos niveles de desnutrición y prevalencia de enfermedades infecciosas y transmisibles, ahora tienen también el problema de lidiar con enfermedades no transmisibles incluidas las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y algunos tipos de cáncer.
Esto se debe a que, cuando escasean los recursos para la obtención de alimentos y disminuye el acceso a alimentos nutritivos, las personas tienden a consumir alimentos con alto contenido de grasas, azúcares y sales. Coincidentemente, el acceso a estos alimentos procesados ha generado también un cambio en los hábitos dietéticos de las poblaciones de muchos países, por su fácil disponibilidad y acceso.
Por ello los países integrantes de la ONU determinaron el Hambre Cero omo el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible, a fin de alcanzar la seguridad alimentaria y una mejora de la nutrición a través de la agricultura sostenible.