La producción comercial de semillas que se vende a los agricultores es una industria muy grande y especializada. Cualquiera pensaría que son los propios agricultores quienes, después de la cosecha, recolectan las semillas de sus cultivos –y seguramente hay quiénes lo hagan de manera ‘artesanal’–, pero no, hay toda una industria y procesos específicos a seguir.
El comercio internacional de semillas supera los 10 mil millones de dólares anuales, de los cuales más de cuatro mil millones han sido negociados durante el congreso de la Federación Internacional de Semillas (ISF, en inglés), que tuvo su edición anual en mayo de 2016, en la ciudad de Punta del Este, Uruguay.
De ahí la importancia de conocer los procesos. Que una zona presente buenas condiciones para la producción de hortalizas, por ejemplo, no significa que va a funcionar para una buena producción de semillas. De acuerdo con la Asociación Mexicana de Semilleros (AMSAC), “las condiciones de temperatura y del régimen hídrico (es decir, la cantidad de agua disponible por lluvia y agua subterránea) están entre los principales aspectos a ser observados en la elección de la zona para producir semillas”.
Después de la elección del mejor lugar, hay una serie de variables a considerar durante todas las etapas del proceso: producción, cosecha, poscosecha, almacenamiento y distribución.
En la producción se consideran elementos climáticos fundamentales, como la temperatura, la humedad de la tierra y del ambiente –lluvias y sequía–. Dependiendo del tipo de semilla a producir, se requieren diferentes condiciones, épocas del año y regiones. Además, hay que considerar las condiciones del clima también en cada fase de la semilla: germinación, desarrollo y maduración.
Posteriormente viene la cosecha, proceso en el cual se tiene que tener mucho cuidado de no dañar las semillas a la hora de recolectarlas, además de saber en qué momento la semilla llegó a su madurez: es cuando se puede separar del fruto o planta sin perjudicarla. Si se hace muy pronto, el resultado es una semilla de mala calidad. Si se retrasa, los frutos maduran, se abren y corren peligro de que los pájaros y otros animales se los coman.
En la siguiente etapa de la cosecha hay que limpiar las semillas, clasificarlas y almacenarlas. Esto último también implica tener mucho cuidado con las condiciones que tiene el lugar y la manera de guardarlas, para luego distribuirlas.
El camino es largo y los cuidados específicos son muchos para que los agricultores puedan sembrar estas semillas y producir vegetales.
La FAO lo tiene claro: “Las semillas son un elemento fundamental para la subsistencia de las comunidades agrícolas. La seguridad alimentaria depende en gran parte de la seguridad respecto a las semillas que tiene la comunidad agrícola”. Para asegurarse que esto es así lleva a cabo programas dirigidos al mejoramiento, control de calidad y producción de semillas en el mundo.
Por ello es importante conocer el origen de los alimentos que consumimos cotidianamente y saber qué tipo de semillas se utilizan en nuestras regiones.
En el caso de México, de acuerdo con el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas (SNICS), las principales variedades de vegetales se concentran en trigo, papa, maíz, nopal, sorgo y frijol, alimentos que forman parte de la dieta básica del mexicano.