Peter Beyer trata de combatir la deficiencia de vitamina A a través de la ingeniería genética.
“Habría que vigilar si el producto es seguro, no preocuparse tanto por el proceso”, se queja Peter Beyer (Hanover, 1952). El profesor de la Universidad de Friburgo se refiere a las trabas que está teniendo que superar el arroz dorado para cumplir las enormes promesas que realizó hace más de 14 años. En 1999, junto a su colega Ingo Potrykus, de la Escuela Politécnica Federal de Zurich, anunció que, gracias a la ingeniería genética, habían creado un arroz capaz de producir beta-caroteno, el precursor a partir del que se produce la vitamina A.
Cientos de miles de niños en todo el mundo mueren por enfermedades que prosperan ante la deficiencia de esta vitamina o quedan ciegos de por vida. En estos países pobres, el arroz es un alimento básico que proporciona gran parte de los nutrientes y, ante la falta de una alimentación más variada, introducir en este cereal un micronutriente básico como la vitamina A podría ser revolucionario. Sin embargo, pese a que más de treinta años de consumo de productos modificados genéticamente no han ofrecido evidencias de riesgos para la salud, las reticencias del público ante estas tecnologías las han rodeado de una regulación inmensa que dificulta llevar al mercado los avances del laboratorio.
Década y media después de su presentación, el arroz dorado aún sigue en fase experimental. Pese a las dificultades, Beyer, que visitó esta semana Madrid para ser nombrado académico de la Real Academia de Ingeniería, confía en que este tipo de organismos genéticamente modificados llegarán a la gente “porque son necesarios”. Además del arroz, Beyer y otros científicos trabajan en la introducción de estos rasgos genéticos en alimentos básicos de otras regiones como la yuca o el plátano. Por ahora, insertando un gen del maíz y otro de una bacteria, han desarrollado una última versión del arroz dorado que multiplica por más de 20 la cantidad de vitamina A que proporciona.
¿En qué punto de su desarrollo se encuentra el arroz dorado?
Hemos puesto a punto varias tecnologías que producen distintas cantidades de beta-caroteno en el arroz dorado, que luego cruzamos con otras variedades de arroz para introducirlas en distintas regiones, con distinta geografía y distinto clima. Estamos haciendo este trabajo, por este orden, en Filipinas, Bangladesh, Indonesia, y también hay algunos planes para India. Falta poco para lograr la aprobación.
Hemos tenido que probar la seguridad de estos organismos modificados genéticamente (OMG) de acuerdo a los estándares internacionales, que son muy estrictos y requieren una gran cantidad de trabajo, un trabajo que, por cierto, no se exige a quienes producen nuevas plantas por hibridación tradicional, y no sé por qué.
Todo este proceso cuesta mucho dinero, pero es mucho menor que la inversión necesaria para intervenciones tradicionales frente a deficiencias de vitamina A, como suplementaciones o pastillas. Estos suplementos no son caros, pero lo es la distribución. La logística para que todo el mundo reciba estos suplementos cada dos meses en las áreas rurales es un problema. Necesitas mucho tiempo para llegar allí y a veces ni llegas. La belleza de esta solución es que esta distribución de semillas tiene que hacerse sólo una vez porque los agricultores podrán reutilizar las semillas.
¿Los principales obstáculos para lograr que el arroz dorado llegue a los agricultores tienen que ver más con la ciencia o con aspectos regulatorios o de oposición pública?
Lo que se publicó en la revista Science en 2000 [la prueba de que se podía introducir la provitamina en el arroz] fue solo una prueba de que nuestra idea se podía hacer realidad, pero no era ya un producto. Se producía demasiado poco beta-caroteno. Después, dedicamos cinco años más a mejorar el producto y la cantidad de beta-caroteno que producía. En esta mejora de la tecnología, cambiamos el gen de la azucena que utilizábamos en la primera versión del arroz por un gen del maíz. Después tuvimos que ir realizando cruces para introducir la capacidad de producir el beta-caroteno en distintas especies de arroz, y eso tomó otros cinco años. Más adelante viene el tema regulatorio, tienes que probar la seguridad del producto y varios aspectos más. La industria dice que para llegar desde que sabes que algo funciona hasta el mercado son necesarios ente 10 y 15 años, así que creo que no vamos tan lentos.
¿Tiene sentido esa regulación?
Hay problemas muy relacionados con regulación que creo que no tienen sentido. En Europa y en otros lugares bombardeamos las plantas con rayos gamma o neutrones rápidos para producir cientos de mutaciones aleatorias e inútiles y tomar una mutación concreta, llevarla directamente al campo y probar si sirve para algo. Incluso la agricultura orgánica lo acepta. En qué queda esto comparado con la ingeniería de dos simples genes que se sabe precisamente en qué parte del genoma van a ir colocados. El problema es que se regula el proceso y no el producto, algo que tendría más sentido. Imagine que se prohibiera llegar a un tratamiento médico porque se ha desarrollado de una manera diferente a la convencional. Lo que importa es el producto: ¿Es seguro? ¿es útil?
Este proceso es tan caro y requiere tanto trabajo que al final solo grandes compañías lo pueden desarrollar. Nosotros hemos podido realizar este trabajo porque tenemos financiación de la Fundación Bill y Melinda Gates, que puede impulsar este proyecto porque sabe que los otros sistemas para aplicar la fortificación y la suplementación son mucho más caros, en términos de miles de millones y no de millones, como es en este caso.
El consenso científico en torno a la ingeniería genética es similar al que hay sobre el cambio climático y sin embargo eso no se traduce en apoyo del público. ¿Por qué?
Europa es un caso perdido, pero no piense que por lo que sucede en Europa esta tecnología ha fracasado. No lo ha hecho. Pero aquí hay una caza de brujas. En mi país, Alemania, los partidos más conservadores son tan verdes como el que más cuando se habla de modificación genética, así que no invierten en ello. Lo mismo sucede en África, donde hemos exportado este sentimiento, porque es solo un sentimiento, no hay cerebro en esto.
He estado en África un par de veces recientemente y allí no puedes decir ni la palabra “ADN”, porque la gente entra en estado de shock. Esta discusión es completamente absurda, nuestros ancestros han estado comiendo durante siglos ADN de otras especies. Es estúpido, estoy cansado de esto.
¿Por qué cree que Europa adopta esta postura?
Los europeos no entienden que en otros países hay problemas diferentes de los suyos, no comprenden que la opinión sobre los OMG cambia por completo cuando tu hijo se queda ciego, cuando no sobrevive a una enfermedad durante la infancia o le quedan secuelas de esa enfermedad para toda la vida. También es porque aquí, en Europa, disfrutamos de una buena alimentación y no necesitamos estos suplementos.
¿El arroz dorado no puede ser una manera de ocultar el problema de pobreza y desigualdad, que es el origen de estas deficiencias? ¿No sería mejor que se trabajase para que en esos países hubiese un acceso a la alimentación como en Europa?
En un mundo ideal todos tendríamos suficiente para comer y podríamos diversificar nuestra alimentación. El problema de la pobreza, la escasez de comida y la distribución entre continentes es algo que ya discutíamos cuando yo tenía 15 años, pero aún no ha cambiado, nada. Vamos a tener otros mil millones de personas en la próxima década. Tenemos menos tierra cultivable, menos agua y si mira a los océanos y observará que están llegando a su límite. La ONU estima que para 2050 debemos doblar la producción de comida, y eso va a ser principalmente alimentos básicos como el arroz.
La situación solo cambiará si esos países entran en una fase que les permita erradicar la pobreza y eso no va a ser fácil ni va a suceder tan rápido. Claro que se puede decir que mejorar los nutrientes que se obtienen de esos alimentos básicos es una solución intermedia. Yo no digo que el arroz dorado u otros cultivos mejorados sean una panacea, en absoluto, pero creo que pueden contribuir sustancialmente a que en unas décadas o en un siglo, este mundo mejore.
Pese a la oposición de Europa, ¿es usted optimista sobre la posibilidad de los transgénicos en el mundo?
Soy optimista porque se necesitan. No solo se trata de nutrición, se trata de obtener mayores cosechas en el mismo espacio, de poder explotar terrenos que hasta ahora no eran utilizables. Si no queremos deforestar más, tendremos que ir a tierras que hasta ahora no se consideraban. Necesitas, por ejemplo, un arroz que soporte mejor que el actual altos niveles de sal. No tenemos capacidad de obtener ese rasgo a partir de cruces convencionales, pero los manglares tienen esa capacidad para soportar la sal que no tiene el arroz. Hay una gran demanda de rasgos genéticos para hacer frente a temas como el cambio climático, que requerirá plantas con tolerancia a la inundación, por ejemplo y eso llegará desde la ingeniería genética.
Fuente: “La opinión sobre los transgénicos cambia cuando tu hijo se queda ciego”. En www.elpais.com
Lo que se publicó en la revista Science en 2000 En www.sciencemag.org