Sembrar árboles frutales enriquece la potencialidad natural del suelo. Además, atrae y facilita la implantación de flora y fauna.
Recuperar la productividad de suelos degradados por el uso agrícola, es el tema número uno para el productor. Y una de las opciones que han encontrado es la siembra de árboles frutales como una forma de enriquecer sus terrenos y contar al mismo tiempo con una alternativa paralela de producción.
Además de enriquecer los suelos, la siembra de árboles frutales tiene la ventaja de contribuir a la disminución de plagas de insectos y enfermedades; de crear un efecto de rompevientos que protege a los otros cultivos, y de proveer sombra, madera y soporte para plantas trepadoras.
Estos árboles —generalmente cítricos, duraznos, ciruelos, bananeros, manzanos o aguacates— suelen sembrarse con cultivos de granos básicos como maíz, frijol o avena, y hortalizas como chile, apio, cilantro, calabaza o alcachofa. La naranja, la mandarina y el limón son los cítricos más plantados, aunque la piña es la que más se presta para recuperar los suelos.
Uno de los cultivos que más se combina con árboles frutales es el cacao, ya que representa una buena fuente de ingresos para los pequeños productores y defiende al suelo contra la erosión. Se beneficia de la sombra de los árboles y su suelo cuenta con gran materia orgánica que sirve para drenar el exceso de agua de lluvia.
El resultado de no conservar los suelos es el deterioro y la pérdida de fertilidad, que lleva a la erosión. Por ello la siembra de árboles frutales representa una buena oportunidad para desarrollar la sustentabilidad alimentaria de los pequeños productores y, al mismo tiempo, fomentar la conservación de los suelos y evitar la pérdida de biodiversidad.
Referencias
Viveros frutales y huertos frutícolas
El cultivo de frutales en obras de conservación de suelos
Árboles frutales y silvestres: cómo asociarlos con hortalizas