Las bondades, beneficios y popularidad de la producción y el consumo de frutas y verduras son innegables; de acuerdo con la última estimación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), al año se producen 868 millones de toneladas de frutas y 1,089 millones de toneladas de verduras.
Con el objetivo de sensibilizar sobre la importancia que tienen las frutas y verduras en las cadenas de valor agrícolas, así como los hábitos alimenticios de la población, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 2021 como el Año Internacional de las Frutas y Verduras (AIFV).
Por otra parte, el AIFV también tiene como objetivo visibilizar la urgente necesidad de reducir los niveles de pérdida y desperdicio, ya que, en comparación a otros alimentos, las frutas y verduras presentan mayores índices de desperdicio en diferentes etapas que van desde la producción hasta el consumo.
La importancia de las frutas y verduras en la seguridad alimentaria
La monotonía y ausencia de frutas y verduras en las dietas de muchos consumidores en países con economías en vías de desarrollo, han impactado negativamente en la calidad y esperanza de vida de la población; la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que, tan solo en 2017, 3,9 millones de muertes a nivel mundial se atribuyeron o relacionaron directamente con la falta de consumo de frutas y verduras en cantidades suficientes.
Si bien los hábitos alimenticios son un hecho complejo y multicausal, el reto para garantizar el consumo diario mínimo recomendado por la OMS de 400 g -o cinco porciones- en la población de regiones como América Latina, requiere de un esfuerzo en conjunto para el desarrollo de políticas públicas alineadas a este propósito, así como la constante labor del sector privado y todos los miembros de la cadena de valor.
En este sentido, el papel del agricultor se vuelve esencial, puesto que, en primera instancia, se debe contar una producción que satisfaga las necesidades alimentarias de la población, y para ello las necesidades reales para la producción de frutas y hortalizas se deben poner en el centro de los sistemas agroalimentarios y de la gestión de políticas públicas, para optimizar el rendimiento de los cultivos y reducir la pérdida de alimentos, al mismo tiempo que se cuida de los recursos naturales
El papel de la agricultura moderna y sustentable en el AIFV
Si bien pudiera parecer redundante resaltar el papel de la agricultura en relación a las frutas y verduras, es importante comprender los alcances que las nuevas incorporaciones tecnológicas y prácticas sustentables tienen para brindarle a los agricultores herramientas que les permitan conservar la sanidad, evitar pérdidas en su producción y, sobre todo, ofrecer productos de calidad al consumidor final.
Gracias a la investigación y desarrollo de semillas con las que se obtienen frutos más duraderos y resistentes; insumos de sanidad vegetal para el combate de plagas, enfermedades y malezas; y herramientas tecnológicas, los agricultores tienen diversas opciones para elegir el sistema de producción que mejor se adapte no solamente a sus necesidades, sino también a los requerimientos del mercado nacional y/o internacional.
Otro elemento importante que ha traído consigo la agricultura moderna es la digitalización de muchos procesos, cuyos beneficios incluyen desde la posibilidad de calcular el uso específico de recursos naturales, hasta la oportunidad de trazar la ruta que un producto recorre para llegar al consumidor final, y así identificar los puntos de mejora para evitar pérdidas en la cadena de suministro.
El AIFV y la inclusión de los pequeños agricultores
La FAO también ha destacado el potencial de desarrollo social y crecimiento económico que tiene la cadena de valor del sector de frutas y verduras. Teniendo en cuenta que el 80% de los alimentos agrícolas provienen de pequeños agricultores, la producción de frutas y hortalizas se convierte en una gran oportunidad para fomentar la economía de comunidades en zonas como América Latina y el Caribe.
Desarrollar las capacidades de los pequeños productores y promover su ingreso directo a nuevos mercados, son tareas que se han implementado desde diversos frentes públicos y privados para lograr un sector agrícola incluyente, y así reducir el grado de incertidumbre que muchas comunidades enfrentan en su actividad diaria, además de mejorar la calidad de vida de muchos pequeños agricultores.
Iniciativas como las emprendidas por Bayer, en las cuales se contemplan el empoderamiento de 100 millones de pequeños agricultores y la reducción de gases de efecto invernadero en la agricultura, son un ejemplo de las acciones que cada uno de los miembros de la cadena productiva agrícola pueden emprender para concientizar y aportar valor en el marco del AIFV.
Referencias