Es un mercado que tiene más de 20 años y sigue en constante crecimiento. Las primeras semillas transgénicas se empezaron a cultivar y comercializar en 1996, y aunque las dudas sobre los beneficios reales para la salud persisten, científicos han concluido que los alimentos “son tan seguros como los convencionales” y su uso ha contribuido a reducir el impacto económico y ambiental.
Los números hablan: en estas dos décadas la producción de alimentos transgénicos redujo 37 % el uso de insecticidas, aumentó 22 % el rendimiento de la tierra y elevó 68 % el ingreso de los productores en el mundo.
Esta es la conclusión del último informe del Servicio Internacional de Adquisición de Aplicaciones de Agrobiotecnología (ISAAA, por sus siglas en inglés), una organización estadounidense que ha dedicado sus esfuerzos a la investigación y desarrollo de técnicas agrícolas, especialmente en el área de la biotecnología agrícola y la seguridad alimentaria a nivel mundial.
Desde su plataforma asegura que este resultado coincide con el estudio realizado por 20 científicos estadounidenses que revisaron 900 publicaciones científicas sobre alimentos genéticamente modificados de la Escuela de Nutrición y Política de la Tufts University, el cual concluye que: “no se han encontrado riesgos derivados para la salud del consumo de alimentos Genéticamente Modificados, ni tampoco riesgos para el medioambiente derivado del cultivo de semillas transgénicas”.
De acuerdo con Clive James, presidente de ISAAA, los productores han reconocido los beneficios agrícolas porque los cultivos tienen mayor tolerancia a la sequía, resistencia a los insectos y a enfermedades, y dan una mayor calidad de alimento. Pero lo más importante es que contribuyen a reducir la pobreza alimentaria a nivel mundial.
México no es ajeno a este tema. Francisco Bolívar Zapata, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, tiene claro que si no se apuesta por los cultivos transgénicos en el país, habrá escasez de alimentos en el futuro.
El científico mexicano expone la problemática del maíz en la República Mexicana de la siguiente manera: los agricultores se enfrentan a la plaga del gusano cogollero y para combatirla utilizan anualmente 3 mil toneladas de insecticidas; hoy han podido superar esta bacteria por la modificación genética de las plantas.
Otro ejemplo: el trigo. Los campos de cultivo requieren demasiada agua (70% del agua dulce del planeta) y en 2050 se deberá aumentar su producción en un 70 % para cubrir la demanda global estimada. Si no se apuesta por la tecnología el suministro alimentario estará en riesgo.
¿Los transgénicos salvarán al mundo?
Los argumentos en contra de los transgénicos aseguran que no cuentan con los nutrientes necesarios, dañan a la salud y causan cáncer. Sin embargo, esto no ha sido avalado por ningún estudio científico.
El bioquímico inglés Richard John Roberts, Nobel de Medicina en 1993, ha pedido a los grupos ecologistas que comprueben la existencia de incidentes de salud en la población derivado del uso de alimentos genéticamente modificados, mientras el científico mexicano Sanjaya Rajaram, quien ganó el Premio Mundial de la Alimentación 2014, sostiene que si no fuera por esta tecnología la producción de trigo habría desaparecido.
“Alguna vez en nuestras vidas hemos consumido palomitas de maíz, botanas a base de trigo, maíz, refrescos (azucarados con fructuosa), soya, arroz, jitomate, papa y utilizado prendas de algodón, todos éstos cultivados con semillas genéticamente modificadas, por lo que todos somos transgénicos y estamos vivos gracias a ello”, resume Rajaram.
La defensa pública de los científicos a favor de los transgénicos se ha reforzado en los últimos años y alcanzó notoriedad mundial el año pasado. A finales de junio, los alimentos genéticamente modificados recibieron el respaldo de más de un centenar de premios Nobel, quienes en una carta abierta pidieron a la organización ecologista Greenpeace “abandonar su campaña contra los organismos genéticamente modificados en general y el arroz dorado en particular” y “reconocer las conclusiones de las instituciones científicas competentes”.