La FAO ya lo advirtió: de no tomar medidas en el asunto, en 2050 estaremos en serios problemas para poder alimentar a un tercio adicional de la población, que se estima en 2,300 millones de personas más. En México algunos productores han encontrado en la agricultura protegida y en el uso de semillas híbridas la forma de resolver esta demanda de alimentos.
No en balde nuestro país es el rey de esta técnica en América Latina. Se ha adelantado en la carrera con el mayor número de hectáreas cultivadas y se ha convertido en el transmisor de la tecnología en la región, con cosechas sustentables de tomate rojo (jitomate), berenjena, pepino, chile verde, rabanito, lechuga y flores como nochebuena, crisantemo, margarita y aster.
¿En qué consiste?
La FAO describe a la Agricultura Protegida (AP) como un sistema de producción realizado bajo diversas estructuras (invernadero, malla sombra y macro túnel), para proteger cultivos y minimizar las restricciones y efectos que imponen los fenómenos climáticos.
Esta técnica ofrece y genera múltiples ventajas para los productores porque permite el desarrollo de cultivos agrícolas fuera de su ciclo natural y en menor tiempo al controlar luz, temperatura, viento, granizo y plagas; enfrenta con éxito a plagas y enfermedades, obteniendo mejor rendimiento en menor espacio y con un mejor precio en los mercados. Esto genera necesariamente un mejor ingreso para los productores.
De acuerdo con el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) en el país existen alrededor de 25,814 hectáreas bajo Agricultura Protegida, de las cuales aproximadamente 15 mil son de invernadero y las otras 10 mil corresponden a malla sombra y macro túnel, principalmente.
De acuerdo con David Proenza, presidente de la Fundación para el Desarrollo de la Agricultura en Ambiente Controlado, la agricultura protegida representa hoy en día la mejor alternativa para producir alimentos de manera sostenible y sustentable, al contribuir no sólo a una mejor y mayor producción, sino también a aminorar el impacto negativo de los agroquímicos en el ambiente y a reducir la contaminación hídrica.
México se puso las pilas
La importancia que tiene la agricultura protegida en la economía mexicana no es nada despreciable: contribuye con cinco por ciento del valor de la producción agrícola. A esto es importante agregar que seis estados concentran 71 por ciento de la superficie sembrada mediante esta actividad, siendo Sinaloa la entidad que aporta el mayor porcentaje a este territorio, con 35 por ciento, según el Atlas Agroalimentario 2016 de la SAGARPA.
Las ventajas que ofrece la agricultura protegida son generación de empleos, incremento y control de la producción, y mayor calidad de los productos agrícolas, entre otras.
Desde 2001 la SAGARPA ha otorgado diversos apoyos para la Agricultura Protegida. En 2009 el gobierno federal puso en marcha la Estrategia Nacional de Agricultura Protegida, reconociendo los beneficios y rentabilidad de esta actividad en el sector agrícola.
En los últimos años se ha intensificado la diversificación de cultivos como la papaya, fresa, chile habanero, flores y plantas aromáticas.
Ya es negocio
En la última década se ha incrementado en más de 17 mil hectáreas la superficie de agricultura protegida en México y se ha alcanzado un volumen de producción anual superior a los 20 millones de toneladas de cultivos como tomates, chiles y pepinos, de acuerdo con Alfredo Díaz Belmonte, director general de la Asociación Mexicana de Horticultura Protegida (Amhpac).
Para Cano Ríos, profesor e investigador de la carrera de Ingeniería Agrónoma de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN), Unidad Laguna de México, la tendencia mundial es producir alimentos en invernaderos o infraestructura que se puede instalar en lugares reducidos como los techos de las viviendas, con resultados muy positivos como el ahorro del agua.
El uso de invernaderos en la región lagunera reduciría a la mitad el gasto de agua que se destina directamente para el riego de los productos agrícolas y que hoy alcanza el 80 %, por ejemplo. De esta forma no sólo garantizamos los alimentos, también protegemos los recursos no renovables a futuro.